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Mi práctica diaria consistía en mantenerme cada vez más en la bondad de Dios y en todo lo bueno que veía expresado a mi alrededor, y verme a mí mismo como el reflejo de Dios.
En lugar de pedirle a Dios que nos arroje un poco de bondad, es una alegría abrazar la presencia constante de Dios y su amor inquebrantable, inmutable e ilimitado.
Por eso, cada vez que era tentado a sentirme resentido, revisaba el pensamiento y lo reemplazaba con gratitud por el bien que mi aparente enemigo y la situación difícil le hacían a mi crecimiento espiritual.
Estaba completamente libre de ira, resentimiento, ansiedad y culpa. Solo sentía amor y perdón.
Cada uno de nosotros es necesario como reflejo individual y preciso de Dios, al completar Su totalidad.
Insistí en mantener mi pensamiento solo en Dios y lejos de la sugestión de que las destructivas fuerzas materiales tenían el control.
Estaba de camino a la curación, aunque en ese momento no podía verlo.
Lo que se necesita es buscar un punto de vista diferente, el punto de vista del Cristo, y ver este verdadero punto de vista expresado en la salud individual y mundial.
La demostración del bien es una tarea gozosa y podemos realizar nuestro trabajo sintiendo amor y armonía.
Original en español
Después de orar con esta declaración por unos momentos, de repente sentí un suave “ting” en mis oídos y el dolor desapareció de inmediato.