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“¿No ardía nuestro corazón?”

Del número de febrero de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Tarde Dos hombres iban de Jerusalén a una aldea llamada Emaús, cuando otro hombre — a quien no reconocen y al que consideran como forastero — se acerca y se une a ellos (ver Lucas).

Este forastero en realidad es Jesús, quien pregunta a los dos discípulos de qué están hablando. Cleofas y el otro discípulo le hablaron acerca de Jesús de Nazaret, un gran profeta, que hablaba y actuaba con autoridad de Dios. Le cuentan cómo los principales sacerdotes y gobernantes condenaron a muerte a Jesús e hicieron que fuera crucificado. Y ahora, agregan, algunas mujeres afirman que ángeles les dijeron que Jesús vive. Y cuando algunos discípulos fueron al sepulcro a investigar, ¡lo encontraron vacío!

Después de reprenderlos por su poca fe, el forastero les enseña afectuosamente cómo la vida y el ministerio de Jesús cumplieron todas las profecías de las Escrituras sobre el Mesías y su reinado espiritual. Jesús no sólo recorre con ellos el camino hacia Emaús; recorre con ellos la profecía bíblica sobre su misión. Al escuchar sus explicaciones, sienten que sus corazones comienzan a abrirse a una nueva y brillante esperanza, a una nueva promesa.

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