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Sana de dolor al cambiar su pensar

Del número de enero de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde muy joven sentí que jamás moriría, que era eterna. No podía imaginar que el sol pudiera brillar, que la vida pudiera continuar y que yo dejara de ser parte de todo esto.

Después, comencé a cuestionar este sentimiento y a menudo pensé en la vida y en la muerte, más que nada porque hacía mucho que mi madre estaba enferma. (Mi familia no es Científica Cristiana. Fui criada en una religión ortodoxa antes de comenzar hace unos años a estudiar la Christian Science). El año pasado, falleció mi madre, la persona a quien más amaba en el mundo. Era tan maravillosa; pasó toda su vida expresando amor sin esperar nada a cambio.

Una semana antes de que mi hermana me llamara por teléfono desde Francia anunciando el fallecimiento de nuestra querida madre, había leído en mi estudio de la Christian Science temas relacionados con la vida y la muerte. No importaba dónde abriera Ciencia y Salud o cualquier ejemplar del Sentinel, todos los pasajes eran sobre la vida y la muerte. Así fue como estudié y profundicé la idea de que Dios es Vida, y puesto que Dios es eterno, toda Su creación es eterna.

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