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Enfrentemos los desafíos con dominio

Del número de octubre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hay Una Escena en Hamlet, por William Shakespeare, en la cual Hamlet descubre que hay corrupción en su país. El sabe en su corazón que debería poner al descubierto la villanía, pero en su lucha mental por evitar esa responsabilidad y continuar con su vida despreocupada, exclama: “La naturaleza está en desorden... ¡Iniquidad execrable! ¡Oh! ¡Nunca hubiera yo nacido para castigarla!”Traducido por Leandro Fernández de Moratín (1798) Su lamento es comprensible. El sabe que al exponer el mal, él mismo se transformará en blanco, y estará en peligro. Mantenerse al margen parecería ser una elección mucho más segura.

Cuando nos enfrentamos con un desafío abrumador, quizás pensemos que la solución depende de nuestra fuerza de voluntad. Es posible que esto nos inquiete, y quizás deseemos evitar pruebas difíciles en nuestra vida.

No hay duda de que Cristo Jesús enfrentó grandes desafíos; él sabía que sus enseñanzas encontrarían seria oposición en aquellos que se sentían amenazados. Como observa la Sra. Eddy: “Si el Maestro no hubiera tenido discípulos, ni enseñado las realidades invisibles de Dios, no hubiera sido crucificado”.Ciencia y Salud, pág. 28. Sin embargo, él no eludió los desafíos, sino que enfrentó cada uno de ellos por medio del poder de la Verdad y del Amor divinos. Para consolar a todos los que siguieran sus pasos, él dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:28–30.

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