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Sana de cáncer

Del número de agosto de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La primera vez que comencé a leer Ciencia y Salud no me encontraba en la mejor actitud para aceptar sus ideas. Pensaba que Dios me había olvidado. Se había abierto una puerta en mi vida por la cual se colaban toda clase de desgracias ante las que Dios no tenía nada que hacer.

Sin embargo de niña me había sentido como una hija muy querida pro Él, y en mi mente infantil albergaba ideas muy correctas acerca del que consideraba mi Padre. Mi gran sueño era ser misionera y trabajar con los necesitados. Por eso siempre viví de una manera muy práctica, de voluntaria en residencias de ancianos sin recursos, con niños gitanos y sus familias, en campamentos con adolescentes problemáticos, etc.

Cuando mi esposo me presentó el libro que había comenzado a leer, pensé que se decían cosas muy bellas y trascendentes, pero también muy abstractas y teóricas. Pero "la necesidad extrema del hombre es la oportunidad de Dios", según dice este libro en la página 266.

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